LA LINTERNA DE MARÍA

– A Quinto curso –

Ayer por la noche miraba por mi ventana cuando algo a lo lejos, en el pinar, me sorprendió. Al principio parecía una simple luz. Luego aprecié que la luz parpadeaba. Después, gracias a mis conocimientos de morse, pude comprender que alguien me enviaba un mensaje de auxilio. Lo más extraño de todo fue cuando me dijo que era una linterna perdida y que estaba sola desde hacía unos meses sintiéndose muy triste. Como no puedo salir de mi casa, al principio no sabía qué hacer. Pero traté de tranquilizarla enviándole con mi linterna de explorador un aviso de que trataría de solucionar su situación. Era tan difícil hallar un remedio probable, que llegué a desesperarme tras casi una hora de pensar y pensar. Pero ocurrió algo extraordinario. Una vieja amiga mía, Carlota, apareció tras ascender por la fachada los cuatro pisos desde la acera. Carlota es una rata muy dispuesta a ayudar a quien sea su amigo. Yo le daba queso y pan de vez en cuando y ella me hacía recados. Juntos pensamos en el rescate.

                Carlota, dirigida por la linterna perdida, atravesó la calle, trepó por la valla del tren, salvó todas las vías, pasó una chopera y finalmente cruzó el río hasta llegar al pinar. La cogió entre sus dientes y regresó hasta mi ventana. La reconocí al instante. Era la linterna que María guardaba debajo de su cama. María, cada noche la cogía. Yo nunca supe por qué lo hacía. Suponía que tal vez era porque tuviese miedo cuando sus padres apagaban la luz y le decían que ya valía de leer. También pensé que sería para continuar leyendo bajo las sábana hasta caer rendida. O que posiblemente se reunía con sus peluches para inventar aventuras imposibles. Pero lo que no podía imaginar es que se escapaba de casa para aventurarse en el silencio de la oscuridad y que por eso la linterna nunca más volvió. Sí, perdió su linterna, la que tantas veces guardaba debajo de su cama y la que ahora me contaba lo que hacía cada noche. Y María también se perdió. Ahora ya sabemos el misterio de su repentina desaparición.

LORENZO ASÍN