LA REBELIÓN

– A Azahara, a Yon y a Íker-

Cuando ayer por la noche salí a mirar por mi ventana vi algo sensacional. A lo lejos, iluminada por la luz de la luna, vi aparecer una bruja. Su silueta era negra con una saya larga y rota que ondulaba al viento. En su sombra se distinguían con total nitidez una enorme nariz aguileña y una prominente barbilla con su verruga. Agarraba fuerte con las manos una escoba retorcida y muy usada. Venía deprisa y, observando la dirección que tomaba, con absoluta certeza su destino era la arboleda frente a mi casa. Aquello empezó a emocionarme. Sin duda podría ver en exclusiva y en primera fila el comportamiento de una auténtica bruja. Cuando llegó al suelo, percibí una especie de resplandor blanco y aparecieron, como por arte de magia, un caldero y un montón de jaulas repletas de pequeños animales. Pude distinguir patos, ranas, serpientes, ratas, un gato negro, un cuervo y sobre todos ellos un enorme búho bien plantado. Había más, pero sus reducidos tamaños y la poca luz existente no me permitían reconocerlos.

         La bruja se disponía a preparar su ponzoñosa poción en el caldero cuando algo sorprendente ocurrió. Llamó a la rata para quitarle su cola, y ésta se negó. Le dijo que ya estaba harta de que todas sus amigas ratas sin rabo fuesen el hazmerreír de la ciudad por carecer de algo suyo tan peculiar como era su distinguido y gracioso apéndice. Algo similar le dijo de inmediato la serpiente que no quería quedarse sin veneno ya que estaba en desventaja con sus compañeras a la hora de cazar. A continuación el sapo se quejó por haber pasado a la historia de los animales como el más feo y repugnante de todos. Sin duda siempre había sido el ejemplo contrapuesto a los príncipes a pesar de la suerte que tuvo con algunas princesas que le llegaron a besar. Una araña le dijo tajantemente que necesitaba su tela para poder vivir y que ni en broma se la cedía. El colmo fue cuando su fiel búho echó a volar hasta mi ventana y se puso a ulular diciendo que la insumisión de sus compañeros de fatigas tenía mucho sentido. Mientras tanto el cuervo iba abriendo con su fuerte pico todas las jaulas y cientos de moscas, saltamontes, caracoles, murciélagos y otros bichos que no conocía se largaban del lugar. Me dio pena la bruja, era muy maja. Me quedé sin verla actuar, pero sin duda aquella rebelión en directo fue memorable.

LORENZO ASÍN