UNA FAMILIA MUY ESPECIAL

– A Infantil de Tres Años –

Ayer, desde mi ventana, veía todo vacío. Era media tarde y había una luz especial. Hacía calor y se oían muchas clases de voces de pájaros. Al menos percibí siete: carboneros, tórtolas turcas, mirlos, un cuco, ruiseñores, verderones y el tamborileo de un pájaro carpintero. Escuché más, pero algunas no las distingo, tendré que dedicarles más tiempo. Admiré lo verde que está todo; la lluvia lo hace posible en abril. Junto al río que discurre de oeste a este y que tiene nombre de señora, hay una frondosa chopera que da cobijo y sustento a muchos de estos pájaros que tanto nos alegran las jornadas de encierro forzoso. Se me ocurrió observarlos más de cerca y cogí mis antiguos prismáticos rusos que, aunque son muy pesados, no tiemblan y acercan más que los actuales tan ligeros. Hice un barrido lento entre los árboles y vi una abubilla con su llamativa cresta y un nido de picarazas. Luego miré hacia el cielo y contemplé el espectacular vuelo de un milano real. Después bajé a examinar el suelo y algo me sorprendió verdaderamente.

         Cerca de las vías del tren, al final de la estación, algo muy curioso se movía. Al principio pensé que serían topos o alguna culebra. Pero cuando logré enfocar mis anteojos y fijar la mirada, descubrí algo increíble y muy difícil de encontrar: una auténtica familia de ratones viajeros. Ahí estaba mamá ratona muy elegante con un diminuto vestido morado largo y zapatos blancos con poco tacón; papá ratón con un traje color tabaco, camisa amarilla y corbatín dorado; y los pequeños ratoncitos, dos chicas y cinco chicos, perfectamente ordenados por estatura y también muy arreglados. Tenían delante sus maletas de tela y madera y unos cuantos bolsos negros con comida. A veces los más pequeños se alejaban un poco y mamá ratona los llamaba. Ellos, entonces, volvían deprisa ya que los peligros son muchos para las familias de ratones viajeros, especialmente durante las esperas. Estuve observándolos mucho tiempo. Era fascinante. El tren, bueno, su tren, llegó con algo de retraso. Se subieron, ocuparon sus asientos junto a las ventanillas y desaparecieron. Llevo dos noches pensando en ellos.

LORENZO ASÍN