PEDRITO EL MENTIROSO

– A Conchita, a Gloria M., a Mónica y a Noelia-

Ayer abrí la ventana para respirar el frescor de la noche y me pareció escuchar el llanto de un niño. Miré a todos los lados y no veía nada. Pensé que quizá se trataba de algún animal que entre tanto silencio sonase de tal forma. Pero mi preocupación se hizo mayor cuando oí perfectamente que además del llanto había lamentos. Las palabras eran evidentes, alguien estaba hablando de su mala suerte en la vida. Quise enseguida consolar la situación de quien decía aquello, pero no me atrevía a llamarle ante mis dudas de su posible huida del lugar. Así que le hice gestos a mi amiga Carlota, la rata que a cambio de trocitos de queso me hace recados. Enseguida subió hasta mi ventana y se interesó por mis deseos. Le expliqué todo y me dijo que efectivamente era un niño que estaba sentado oculto tras un todoterreno aparcado cerca de mi casa. Carlota descendió y le habló al niño de mi interés por él. Se asomó y con una habilidad envidiable ascendió en un instante por la canalera que baja del tejado hasta la acera.

         Cuando llegó a mi lado ya había dejado de llorar y me explicó que en su pueblo lo llaman Pedrito. Me dijo también que era pastor y que pasaba mucho tiempo en soledad, siendo su aburrimiento tan grande como las montañas en las que pastoreaba cada jornada. Me desveló que, para divertirse un poco, un día hizo creer dos veces seguidas a los vecinos de su pueblo que un lobo estaba atacando a sus ovejas. Luego añadió que tras comprobar que no era cierto se enfadaron mucho, lo cual motivó que a la tercera vez, cuando realmente el lobo llegó, nadie le hiciera caso. Yo le alerté que eso de mentir no está bien visto. Entonces me reveló sus verdaderos motivos de desencanto con su situación. Dijo que a partir de ese momento ha sido el modelo de auténtico mentiroso en todos los ejemplos que los padres ponen a sus hijos y que así consta en los libros de literatura. Comentó también que desde entonces le llaman Pedrito el Mentiroso y que no quiere pasar a la historia como tal por una simple decisión mal tomada intentando matar el aburrimiento. Lloraba porque siempre había sido un pastor entregado y porque había dicho la verdad cuando vino el lobo. No supe qué decirle. Tendré que escribir una carta a todos los editores para que repongan su buen nombre.

LORENZO ASÍN