EL GRAN BAILE

– Al equipo docente del CEIP Puente Sardas –

Ayer, después de cenar, salí a mirar por la ventana. Vi que estaban organizando un gran baile. La gente conversaba tranquila. Los músicos preparaban los instrumentos sobre un altillo de piedra y un señor descargaba vallas de una camioneta. Cada vez llegaba más gente, pero no conocía a nadie, era ya de noche. Los focos estaban apagados y sólo distinguía siluetas de diferentes tamaños. Cuando por fin los encendieron, pude ver con nitidez que en la batería estaba Mónica y en el piano, Gloria; que las guitarras las tocaban Carmen y Ana; el oboe, Lucas; y delante de todos, acariciando el arpa, estaba Sara. Pude ver a los demás maestros y maestras entusiasmados con los músicos. Rosa, Paqui, Sergio y Patricia levantaban los brazos; Azahara bailaba con Raquel; María Jesús, con Óscar; y Jorge con la alcaldesa. Detrás de unas mesas con mantel, Eva y Clara bailaban con un delfín; la directora con un koala; y África con una estrella. Cerca de las vallas, Lucía, María José, Álex y Begoña hacían un corro bailando suelto y cantando en francés.

        No lo podía creer: todo el profesorado bailando, saltando y tocando música debajo de mi ventana. Estuvieron más de una hora. A veces, cambiaban de pareja; a ratos, se cogían de los brazos; de vez en cuando, se agarraban por la cintura haciendo un gran tren y sacando las piernas a izquierda y derecha. Loli con la alcaldesa dirigían los movimientos y no paraban de dar órdenes y reír. disfrutaban bajo la mirada de la luna. Repentinamente aquello se quedó en silencio. Todos se soltaron, levantaron la cabeza y miraron hacia mi ventana. Yo no sabía qué hacer ni qué decir. Estaba claro que esperaban algo. Entonces, me puse a aplaudir. Al principio no lo noté, pero cuando llevaba palmoteando unos segundos, vi que iban desapareciendo. Se esfumaban por mitades, por las piernas y los brazos, por la cabeza… Era como cuando borras la pizarra. Salía un polvo blanco. Paré al instante, pero no había ya remedio. Una nube blanca con forma de mano subió hasta donde yo estaba, me acarició, dijo adiós y escapó.

LORENZO ASÍN