UN CURIOSO DIÁLOGO

– A Maricarmen, a Paquita y a Tere L. –

Ayer vi dialogar a dos balones desde mi ventana. Estaba mirando por la tarde, cuando noté que al final de las vías del tren había dos balones bastante usados. Uno era de fútbol y el otro de rugby. Eran marrones y parecían antiguos. Al principio daba la impresión de que hablaban de sus vidas; de sus inicios, de sus éxitos y de sus fracasos y, cuando reían, sin duda lo hacían tras recordar sus mejores partidos. El balón de fútbol nombró Wembley, el Camp Nou y el Bernabéu y el balón de rugby el Milenium Stadium y los Eden y Elis Park. Evocaron también sus experiencias en las manos de los mejores porteros y árbitros y cómo habían resistido las patadas y los cabezazos de extraordinarios goleadores. Recordaron que en sus orígenes, en Inglaterra, habían ido juntos ya que solo existía un juego llamado fútbol-rugby hasta que apareció el ferrocarril. Entonces, al poder desplazarse para jugar partidos, se dieron cuenta de que las variantes eran infinitas dependiendo de cada lugar y colegio y decidieron separarse. Sin embargo, al hablar de sus diferencias, poco a poco la conversación fue subiendo de tono.

                Comenzaron por criticar aspectos de su juego. El balón de fútbol decía que tan solo el portero debía emplear las manos para jugarlo. A su vez el de rugby le aseguraba que él era más eficaz precisamente porque todos sus jugadores las usaban para avanzar con él. Aquello de poder meter gol con los pies y con las manos no le gustaba nada al balón de fútbol al considerarse en inferioridad de oportunidades. Al momento, le echó en cara que el rugby era bastante más violento. El otro le respondió que de eso nada, que jamás su violencia era inesperada, que el placaje era muy noble y en cambio la zancadilla no tanto. Así continuaron un buen rato: que si mi forma es esférica y la tuya imperfecta; que si mire usted don perfecto, gracias a mi rareza ovalada soy imprevisible y más divertido; que si tengo más seguidores y usted no tantos; que si el rugby europeo y el fútbol americano… Yo, desde mi ventana, en realidad me estaba divirtiendo como nunca, parecía un verdadero partido aunque de reproches y sin fundamento. Ahí continuaban dándose balonazos hasta que llegó un niño y se los llevó. Era feliz con uno en cada brazo.

LORENZO ASÍN